Al menos una vez en la vida, hay que poner en duda todas las ideas y opiniones recibidas. Habitaquo
El problema con el mundo es que los estúpidos están seguros de todo y los inteligentes están llenos de dudas. Bertrand Russell

martes, 3 de abril de 2007

Ex ministro de Defensa alemán afirma que la CIA estuvo implicada en los atentados del 11-S

TNWT.Tan sólo algunas horas después del atentado del 11 de septiembre de 2001 el gobierno de EE. UU. Tenía las fotografías y las órdenes de captura y búsqueda de todos los autores y nombró a todos los instigadores y zagueros. Con la misma rapidez el presidente Bush presentó su estrategia de combatir a las 'fuerzas del Mal'. ¿Fue una coincidencia? Andreas von Bülow, antiguo ministro de la República Federal de Alemania, pone mucho ahínco en dudar de la versión oficial. Describe una a una las incongruencias sobre el desarrollo oficial del atentado, desde la improbable precisión de los aviones pilotados por los alumnos de aviación pasando por la no intervención de la defensa antiaérea hasta las pruebas que desaparecieron. ¿Es verdad que este atentado fuese de la conveniencia del gobierno Bush? A decir de Bülow una operación como ésta era impensable sin los servicios secretos, y las pistas conducen a la red de ese gobierno y por último a la CIA.

Servicios secretos, terrorismo y confianza
Esteban Hernández. 03/04/2007.En el dintel de entrada a la sede de la CIA en Langley, Virginia, puede leerse una frase del Evangelio de San Juan: “conocerás la verdad y la verdad te hará libre”. Pero, según el parlamentario alemán Andreas von Bülow, se trata más bien de lo contrario; de que la Agencia, como ocurre en general con los servicios secretos, se ha convertido en una poderosa entidad de desinformación. A esa actitud, el ex ministro socialdemócrata contrapone un ciudadano que trata de indagar en la maraña de falsedades y medias verdades que recubren los asuntos políticos actuales y que, para poder ejercer su papel público, trata de acercarse a la verdad con los escasos medios de que dispone. Y ningún otro caso puede demostrarlo de una manera tan fehaciente, según Von Bülow, como los atentados del 11 de septiembre.
Para Von Bülow, los ataques a las torres y al Pentágono fueron el Pearl Harbor del siglo XXI: el viejo provocó la entrada de EEUU en la segunda guerra mundial; el actual nos ha llevado a la guerra contra el terror, comenzando por Afganistán y continuando por Iraq. Lo que ocurre es que el hecho terrorista que generó esa reacción continúa suscitando muchas dudas, y la visión oficial no ha sabido despejarlas. Según Von Bülow, hay demasiados asuntos sin explicar y la
Administración americana no ha arrojado luz sobre ellos, más bien al contrario. Lo que le lleva a plantearse si esa falta de transparencia no estará causada por la necesidad de ocultar algo, ya sea simple ineficacia, mala fe o algo peor. En otras palabras, los planes de guerra para esa zona del mundo estaban diseñados por el think tank Nuevo Siglo Americano desde mucho antes del 11 de Septiembre. ¿Fue éste un momento que aprovecharon los neocon yanquis para poner en práctica lo que habían diseñado o, como sostiene Bülow, fue algo más que eso?
Sin embargo, lo importante del libro no es la respuesta que el autor da a esas preguntas. Esta clase de textos suelen ser valorados desde la perspectiva de sus conclusiones, y éstas muchas veces se construyen en base a criterios preconcebidos. Pero no es esa la cuestión, sino que este tipo de libros son válidos en la medida en que consiguen que el lector se formule sus propias preguntas y se forme sus propias ideas.
Y eso sí lo consigue Von Bülow, que al reexaminar la versión que recibimos tanto de lo que aconteció en el World Trade Center, como en el United 93 o en el Pentágono, hace que encontremos nuevas perspectivas. Y máxime cuando el autor no es un antisistema ni se comporta como un conspiranoico: son las reflexiones de un parlamentario alemán, que fue ministro de Defensa y de Investigación y Tecnología en los años 80, que trabaja como abogado y que conoce muy bien (profesionalmente) los servicios secretos.
Así, consigue generarnos dudas razonables respecto de la identidad de los terroristas, de cómo pudieron campar a sus anchas durantes meses en EEUU sin que las agencias de seguridad se apercibieran de que algo estaba ocurriendo; de por qué no están sus nombres en las listas de los aviones, de por qué Mohamed Atta recibió una transferencia de 100.000 dólares días antes de suicidarse o de por qué al menos siete de los hombres que figuraban en la lista facilitada por el Gobierno estadounidense declararon estar vivos días después. Tampoco parece sencillo encontrar explicación a los argumentos técnicos que expone para justificar la imposibilidad de que las torres se desplomaran a consecuencia del choque con los aviones o como efecto del calor que habría provocado; ni se acierta a entender cómo los bomberos llegaron hasta la planta en la que se produjo el impacto con los aviones cuando las temperaturas debían ser elevadísimas; ni por qué un tercer edificio, contra el que no chocó ningún avión, también se desplomó ese mismo día. Igualmente, sus análisis de la versión oficial acerca de lo ocurrido en el vuelo UA93, ese en el que los pasajeros se rebelaron contra los secuestradores, o de lo acontecido en el Pentágono, incluyen datos que inducen a una profunda reflexión.
Las tesis que sostiene Von Bulow es que los aviones fueron pilotados por control remoto y dirigidos así hacia las torres del WTC, y que después se produjo la voladura controlada y sucesiva de ambos edificios. Son datos que, sin embargo, no quedan justificados, o no, al menos, con la misma solidez con la que provoca las dudas respecto de la versión oficial. Y sus tesis dejan además una sensación incómoda en el aire: porque, de ser ciertas, significarían que ya no podemos confiar, en cuanto a la veracidad de la información, en aquellos encargados de confirmarla en última instancia.

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